Abres corriendo la caja y
contemplas con la mirada perdida todas las piezas que tienes que
colocar y encajar entre ellas. Una quebradiza de colores y sombras
que montarás en días o semanas o, quizás, en años. A veces,
dentro la caja hay piezas tan pequeñas que serán imposible de
colocar de nuevo.
Encajar piezas sin
sentido, probar mil y una formas para volverlo a montar y simular que
vuelve a brillar el sol dentro de ti. Buscas diferentes tácticas y
formas para solucionarlo con el menor tiempo posible. Intentas
colocar las piezas por colores, buscas primero todo los bordes o
simplemente empiezas a girar todas las piezas para intentar ver el
sentido del dibujo. Comenzar a montar pequeños grupos de piezas al azar entre ellos que, más tarde, arrinconarás.
Siempre con mucho tacto
para que todas las piezas vuelvan a encajar perfectamente. Quieres
ser el mismo que eras antes y sabes que para ello las necesitas
todas. Aunque sabes que tu foto ya ha cambiado, ahora es diferente.
Empiezas a preguntarte el porqué. ¿Por qué compré un puzle tan
difícil? ¿Por qué ahora es más difícil que la última vez? ¿Por
qué no lo vi antes de comprarlo? Pero, tarde para darse cuenta que
ahora tienes más piezas y más pequeñas.
Fotografía rota en mil y
una piezas. Reflejo de una imagen. Dibujo de un carácter, una
sensación, una esencia. La esencia. Fingir la apariencia puede ser
fácil pero no la esencia. Tan personal como imperceptible y tan
única como todos. La mezcla entre nuestros sentimientos,
pensamientos y acciones, normalmente, relacionados, encajados en un
mismo puzle.
Andreu Falgueras
11/12/2015